TECNOLOGÍA COMO MOTOR DE LA EVOLUCIÓN EN SALUD

Por Daniel Silberman

Más de un año ha pasado desde que se activaron las alarmas sanitarias en el mundo producto de un virus desconocido que nacía en la ciudad de Wuhan, China.

La crisis sanitaria producida por el Covid-19 ha evidenciado la importancia de innovar en el área de la salud para responder a las dificultades expuestas por el distanciamiento social, la necesidad de detectar el virus a tiempo y la baja disponibilidad de suministros básicos para la prevención del contagio y la propagación. En este contexto, la pandemia ha generado un fuerte impulso en el desarrollo y posicionamiento de tecnología para el avance de soluciones de salud que permitan la continuidad de tratamientos y atenciones médicas a distancia, favoreciendo nuevos modelos de atención y facilitando el acceso.

Un ejemplo de esto ha sido la telemedicina, que gracias al confinamiento registró un impulso notable a nivel global. Y Chile no estuvo al margen de esta realidad, registrando un crecimiento considerable en el número de atenciones no presenciales que se pudieron llevar a cabo. Las consecuencias de ello han sido muchas, a nivel de los pacientes la conciencia generalizada acerca de la opción de atenderse de forma remota creció de manera exponencial. Antes de la pandemia, tener una consulta virtual era una rareza que muy pocos habían experimentado. Y para muchos era una idea teórica, con la cual no se sentían muy identificados, una especie de concepto futurista y distante. Sin embargo, muchísimas personas que no tuvieron alternativa se vieron obligadas a atenderse por esta modalidad durante los últimos meses. Hoy, a más de un año del inicio de la pandemia, la telemedicina se ha instalado como una realidad presente y conocida para una parte considerable de la población.

De la mano de esto, a nivel normativo, también se precipitó la formalización de la atención médica remota. Un marco regulatorio que ya buscaba promover la telemedicina tuvo que avanzar de manera acelerada, para habilitarla e incorporar a los sistemas de prestación y previsión de salud nacionales, tanto en el ámbito público como en el privado. Así, por ejemplo, este año, FONASA incluyó en sus aranceles de forma definitiva alrededor de 60 prestaciones, casi multiplicando por diez las escasas 7 que estaban aranceladas anteriormente. En la práctica esto significa que atenderse remotamente está al alcance de cualquier paciente y en casi cualquier especialidad. Este precedente, único en América Latina, es equiparable a los avances que han visto países más adelantados en este tema.

Naturalmente, los actores se han debido adaptar. Las isapres empezaron a dar cobertura a las prestaciones aranceladas y los prestadores a ofrecer sus servicios de forma remota. Así, las posibilidades que se abren frente a nosotros de avanzar con paso firme en la mejora continua del sistema de salud son notables por eso, es momento de aprovechar este impulso y lograr que el salto adelante no sea de 5 sino de 10 años.

Acá debo hacer un paréntesis y mirar al sistema de salud de Estados Unidos -que sin ser necesariamente ejemplar en muchos de sus aspectos- está evolucionando en una dirección interesante y muy favorable.

Desde la implementación del conocido como “Obamacare” se fijó la meta de transicionar de un sistema basado en el reembolso de prestaciones, lo que en EE.UU comúnmente se conoce como “fee for service” (tarifa por servicio), a un modelo basado en desenlaces, típicamente conocido como “Value Based Care” (cuidado basado en valor). La premisa central de este modelo es que al crear incentivos que premian los desenlaces favorables en salud y el control del costo, se lograrán mejores resultados a nivel de todo el sistema. Es decir, consiste en dejar de pagar por prestaciones individuales y empezar a pagar por los resultados que se obtienen a través de las intervenciones. Si lo pensamos, esto tiene todo el sentido del mundo. Al final, el objetivo principal de los sistemas de salud es que la gente esté sana y en ningún caso realizar procedimientos médicos debería ser un objetivo per se. Sin embargo, al ser los procedimientos lo que se arancela y paga, la historia ha forzado a los sistemas a operar en base a ese modelo. No es sorpresivo, pues lo que se paga es lo que prospera.

Por contraste, en un modelo diseñado en torno a desenlaces el objetivo es maximizar las variables que atañen de forma directa a la salud de los pacientes. Cuando hacemos esto, fomentamos una serie de intervenciones que generan mejores resultados. Tratamientos más tempranos, más orientados a la prevención, detección precoz y al control de riesgos. Es un modelo fundamentalmente distinto, que supone que pacientes, prestadores y pagadores participen. Esto requerirá en especial de cambios en la filosofía de negocio de prestadores y entes previsionales. Además, así como “Obamacare” está siendo promotor de la adopción del Value Based Care en EE.UU, será indispensable que el marco regulatorio en Chile continúe evolucionando en pos de los pacientes.

Como siempre, aquellos actores que se adelanten a esta evolución se beneficiarán de forma desproporcionada. Las isapres que innoven con planes que se ajusten a esta manera de pensar, serán recompensadas por los usuarios. También lo serán los prestadores de nueva generación, los cuales operan haciendo uso de tecnología, con modelos de riesgo compartido y enfocados en el cuidado integral del paciente a lo largo de todo su viaje de salud. Por lo tanto, con la llegada de la telemedicina y las otras posibilidades que nos ofrece la digitalización de la salud, nos vemos frente a una oportunidad única de dar un salto cuántico hacia los modelos de atención de salud del futuro, en pos del beneficio de todos los usuarios del sistema de salud chileno.

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