SALUD Y EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA

La emergencia sanitaria exacerba las desigualdad en el mundo. Si no se actúa pronto, las brechas serán difíciles de cerrar.

Por la pandemia de covid-19, la madre de la niña perdió el empleo y tuvo que vender la televisión y la computadora. El plan de que sus hijos continuaran con sus estudios, aunque fuera a distancia, se truncó por la contingencia sanitaria.

En Aguascalientes, Joyce Vázquez –de 12 años– también ha pausado las lecciones. En agosto, un hombre le arrebató el celular que utilizaba para conectarse a sus clases en línea y hacer las tareas. Desde el robo, la estudiante de secundaria ya no se conecta a las sesiones en línea, sólo hace sus tareas hasta que su mamá llega del trabajo y le presta su teléfono.

Berenice Padilla también detuvo sus planes educativos. Cursaba el último semestre de Periodismo en la Ciudad de México cuando sus padres quedaron desempleados en medio de la pandemia. Ahora ella trabaja en un call center, ayuda a su mamá a vender, hace sus prácticas profesionales sin paga e intenta destinar tiempo para terminar su tesis. Su idea era concluir la licenciatura y titularse pronto, porque quería estudiar un posgrado. El virus SARS-CoV-2 alteró sus planes.

El pronóstico de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) indica que la pandemia de coronavirus ha afectado a más de 1,500 millones de estudiantes en el mundo. La emergencia sanitaria no sólo ha exacerbado las desigualdades educativas, también las económicas, las sociales, las de género y las de salud que ya se registraban en América Latina.

“México enfrenta esta crisis en condiciones de vulnerabilidad. Entre otros factores destacan la alta prevalencia de diabetes y enfermedades cardiovasculares, la precariedad laboral, los problemas de acceso al agua y de hacinamiento que impiden la adopción generalizada de medidas preventivas y múltiples brechas de acceso a derechos sociales: salud, alimentación, educación, vivienda y seguridad social”, diagnosticó el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Aún no hay datos suficientes para medir el impacto final de la pandemia, pero especialistas y organizaciones coinciden en que si no se actúa pronto, las brechas de desigualdad crecerán y serán más difíciles de abatir.

Esto ocurrió en las crisis sanitarias del síndrome respiratorio agudo grave (SARS) en 2003, influenza AH1N1 en 2009, Síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) en 2012, ébola en 2014 y zika en 2016, explican Jonathan D. Ostry, Prakash Loungani, Pietro Pizzuto y Davide Furceri, autores del artículo Will Covid-19 affect inequality? Evidence from past pandemics, publicado en abril por el Fondo Monetario Internacional. En los cinco años posteriores a esas epidemias, la desigualdad de ingresos aumentó 0.75 %, mientras que la desigualdad neta 1.25 % en 175 países analizados, un incremento importante en un periodo corto, si se toma en cuenta que los índices de desigualdad se mueven muy lento.

Los dos grupos de mayores ingresos aumentaron sus percepciones alrededor de dos puntos porcentuales en los cinco años posteriores a los brotes. Mientras que los de menores ingresos los vieron disminuir medio punto porcentual en el mismo periodo. Es decir, los ricos se hicieron más ricos y los pobres, más pobres. Y esa reducción afectó más a las personas con menor nivel educativo.

Las estimaciones en México apuntan en esa dirección. El Coneval anticipa “aumentos preocupantes en la pobreza por ingresos, la pobreza laboral y el riesgo de que, en ausencia de políticas públicas, grupos de ingreso medio enfrenten condiciones de pobreza”. Y considera que los más vulnerables son quienes, desde antes, ya lo eran: las personas en situación de pobreza, los desempleados y los trabajadores por cuenta propia, entre otros.

 

Noviembre – Diciembre 2020

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