POR QUÉ ALGUNOS CEOS ESTÁN ENCOMENDANDO EL FUTURO DE SUS EMPRESAS ¡A NOVELISTAS!

Imaginar el futuro no podría estar en mejores manos que las de la Ciencia Ficción. Después de todo, la imaginación puede llegar a cualquier parte; basta enfocar una dirección y convertirla en modelo de negocio.

Cuando quieres cambiar un lavabo, reparar parte del piso o debes pintar una pared, no hay tiempo para inspirarte en Ciencia Ficción. Hasta hoy.

El Capitán Spock podría estar orgulloso, ocupando tu próximo retrete o cantando mientras disfruta una ducha en la regadera: quien tiene memoria y la referencia recordará la serie Star Trek: The Next Generation, y con ella, una habitación vacía, de color oscuro y con guías cuadriculadas que servía como espacio de experimentación para crear ambientes imaginados. Tenía un nombre misterioso y en sí misma propiciaba intriga: la llamaban “Holodeck”.

La cadena de tiendas Lowe’s, dedicada al mantenimiento del hogar, diseñó una habitación en la que, con tabletas y dispositivos tecnológicos, seleccionas accesorios y detalles estéticos de tu próxima reparación, para luego ver, en esa misma pantalla, un fragmento de la imagen digitalizada de lo que será tu nuevo baño. En caso de que hubiera alguna duda de la referencia, a la herramienta la llamaron “Holoroom”.

Se trató de uno de los primeros pasos comerciales de Realidad Aumentada, tecnología que hoy no es noticia, el detalle aquí es el camino que siguió este desarrollo: el área de Innovación de la empresa basó todo el proyecto en un show de Ciencia Ficción.

¿Para qué adelantar el reloj si podemos anticipar el futuro?

Era 1865 y atestiguamos por primera vez un viaje a la luna. Al menos, en la novela de Julio Verne que inspiraría al mundo a emprender una carrera espacial. Aldous Huxley imaginó una solución a los problemas de la humanidad que cabía en la palma de la mano: en 1931, el autor concibió la píldora antidepresiva en su imaginación, sin suponer el impacto que llegaría a tener en los vecindarios del mundo. Ese mismo año, Chester Gould propuso una historia policiaca en el diario Chicago Tribune. Su protagonista, Dick Tracy, usaba un reloj que lo ponía a la vanguardia de todos los inspectores del mundo. Hoy cualquiera tiene uno como esos y no resuelve crímenes. Antes de que los dueños de tiendas y grandes almacenes levantaran dudas de la integridad de sus clientes, George Orwell publicó en 1949 un relato en el que plantea de manera sarcástica los beneficios de los sistemas de vigilancia interconectada. En 1982 una serie de televisión popularizó el auto de los sueños de niños y adultos: “Kitt”. Sin que los vehículos se estén enamorando de sus dueños, hay varias funciones de ese prototipo con las que los autos de serie, salen hoy de las agencias.

Cuando la realidad está de cabeza, ¿qué voz puede tener la disrupción?

Pero también hay historias de colonizaciones extraterrestres, colapsos ambientales y monstruos gigantes buscando al gerente del planeta para exigir que le devuelvan lo suyo. Por lustros, la Ciencia Ficción ha contado historias en las que la humanidad es sacudida mientras comemos palomitas.

Sin mencionar el grado adictivo que tienen esas películas (y por favor, no olvidemos las palomitas), narran situaciones más enredadas que la pandemia actual, pero cuentan mecanismos lógicos efectivos para solucionar catástrofes urbanas. Más de uno se dio cuenta de esta funcionalidad sutil de la imaginación y así surgió la pregunta: ¿cómo hacer de esto un negocio?

No en vano, Arthur C. Clarke, el padre de la Ciencia Ficción dijo que la única manera que hay para descubrir los límites de lo posible, es arriesgarse un poco más allá de dichos límites, en dirección de lo imposible. Y de una u otra forma, esa es la dirección de pensamiento de la innovación. Y de la Ciencia Ficción.

 

Marzo-Abril 2021

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