ELON MUSK EL HOMBRE QUE ESTÁ CAMBIANDO AL MUNDO

Hay muchas personas que a lo largo de la historia han cambiado el mundo con sus contribuciones o acciones: Colón con el descubrimiento de América, Gutenberg con la imprenta, James Watt con la máquina de vapor, Einstein con la Relatividad o Turing con la teoría de la computación.

Pero pocos de ellos lo hicieron de forma deliberada, trazando un plan y siendo conscientes de lo que hacían y de las consecuencias de sus acciones a corto y medio plazo. Para mí Elon Musk es una de esas personas.

Elon Musk actúa como si hubiera recibido la visita de alguien del futuro y le hubiera enseñado que en unas pocas décadas el mundo se va a acabar, y que o hacemos algo ahora o la especie humana desaparecerá: debemos establecer una colonia en Marte permanente y autosuficiente, y debemos cambiar nuestra forma de gestionar y consumir energía. Quizás que haya gente viviendo en Marte no cambie el día a día del mundo en el que vives, pero el cambio climático y la emergencia climática van a suponer un reto para toda la humanidad, más grave aún que la pandemia que estamos sufriendo.

Para cumplir el primer objetivo creó SpaceX, con la que planea llevar a 1 millón de personas a Marte para el año 2050. Para cumplir con el segundo, fundó Tesla, fabricante de coches eléctricos, sistemas de baterías y paneles solares.

Algunos dirán que Musk está loco o todo el día fumado, y otros dirán que es un visionario. Probablemente las dos cosas sean ciertas, y no sé si conseguirá alguno de sus objetivos, pero la forma en la que lo está haciendo me tiene fascinado.

En ambas ideas sigue un plan sencillo: empezar con algo pequeño, pero ambicioso, que dé valor al mercado para hacerlo mínimamente autosostenible (no requiera excesivo capital inversor) y hacerlo crecer y escalar muy rápidamente.

El programa Apolo costó a los contribuyentes americanos el equivalente a 150.000 millones de dólares de hoy, y el Grupo Volkswagen invertirá en el vehículo eléctrico 50.000 millones de dólares en los próximos 4 años. Mientras que durante los 18 años que tienen sus dos empresas, SpaceX ha levantado 5.400 millones de dólares y Tesla 20.400 millones de dólares. Con esos recursos ya está llevando a gente a la estación espacial internacional y ya tiene una capacidad de fabricar 580.000 vehículos al año.

Ya lo explicó en el Plan Maestro Secreto de Tesla de 2006: construir y vender un coche caro para gente adinerada. Con ese dinero construir un coche más asequible. Con el beneficio, construir un coche aún más asequible. Todo esto mientras provee una forma de cargar los vehículos con energías renovables.

Pero este plan maestro no refleja todas las implicaciones del mismo y cómo va a cambiar el mundo. En la revisión del plan de 2016 lo deja ver más claro: el objetivo de Elon Musk no es que todo el mundo tenga un coche eléctrico asequible, sino que nadie necesite tener un coche en propiedad y simplemente tengamos una suscripción a una flota de vehículos autónomos. De ahí el empeño de Tesla en construir un sistema de conducción autónoma total.

En cuanto no tengamos que conducir, el uso de recursos será más eficiente porque paradójicamente se necesitarán menos vehículos en las calles. No necesitaremos que estén aparcados el 95 % del tiempo, ocupando un valioso espacio en las ciudades y las casas. Al poder hacer cosas útiles durante el trayecto, no necesitaremos vivir tan concentrados en las ciudades. Al desacoplar el transporte de la fuente de energía, y librarnos de la dependencia del petróleo, imaginad los cambios geopolíticos que se producirán a nivel mundial (aquí ni el propio Elon se atreverá a predecir su evolución y consecuencias).

Para mí, vivir en una Tierra energéticamente sostenible, con prados verdes, y habitar un Marte con cúpulas geodésicas es un futuro plausible que la humanidad debería alcanzar de forma orgánica tras sucesivos avances tecnológicos descoordinados (si antes no cometemos la estupidez de matarnos mutuamente). Pero tengo la impresión de que Elon Musk está ansioso de alcanzar ese futuro y no puede esperar a que suceda «solo»: necesita contribuir activamente a que suceda, con tesón y sin descanso. Se ha tomado al pie de la letra la frase de «La mejor manera de predecir el futuro es creándolo», atribuida a Peter Drucker.

Tener buenas intenciones con el mundo e idear ese plan es fácil. Lo complicado es ejecutarlo de forma tan frenética como lo está haciendo Elon Musk. En estos 18 años, partiendo de cero (y de los 180 millones que sacó de la venta de PayPal) ha sido capaz de liderar y dirigir los equipos que han construido un cohete reutilizable y un coche con un gran grado de autonomía, cosas que hace 10 años me habrían parecido ciencia ficción.

Como emprendedor, apasionado de la tecnología y la ingeniería, me alucina las apuestas que hace y cómo es capaz de dar esos saltos técnicos, y llevar la tecnología más allá del estado del arte en temas tan dispares.

Cuando arrancó Tesla era una locura pensar que juntando un montón de baterías podrías mover un coche y que se vendería, a pesar de tener un costo desproporcionado. En 2010 el kilovatio hora costaba 1.183 dólares y se dice que el costo actual para Tesla es de entorno a los 100 dólares. Apostó por la conducción autónoma con una aproximación distinta y más compleja que la de Waymo. Apostó por usar cámaras y reconocimiento del entorno mediante IA frente al LiDAR. Apostó 50 millones de dólares con el gobierno de Australia a que sería capaz de levantar el mayor parque de baterías del mundo en menos de 100 días (y en 60 ya estaba funcionando). Su programa espacial solo tendría sentido si era capaz de construir un cohete reutilizable. El lanzador y la nave que irá a Marte serán de acero, mucho más pesado, pero varios órdenes de magnitud más barato, que los materiales compuestos modernos.

Elon Musk ha entendido que no puede alcanzar sus objetivos sin aplicar la economía de escala a todo lo que hace. Solo vendiendo cada vez más coches ha podido embeber y optimizar los procesos de fabricación de baterías. Cada vez que se duplica el volumen de paneles solares vendidos, se reduce un 20 % el precio y se sube su eficacia. Solo será capaz de enviar a tal cantidad de gente a Marte si es capaz de construir un cohete a la semana y hacerlos tan reutilizables como un avión.

Está aplicando el modelo Lean, el desarrollo incremental y la mejora continua (Kaizen) mejor que la propia Toyota.

La mejor manera de aprender cómo hacer un mejor lanzador de cohetes reutilizable es fabricando y lanzando muchos. Si en el mercado no hay suficientes clientes que quieran llevar cosas al espacio, se inventa un negocio que lo requiera: Starlink. Es alucinante ver en directo cómo está desarrollando en Boca Chica la Starship, con las múltiples fases de sus prototipos y su pipeline de construcción y pruebas de motores, saltos y aterrizajes.

Las primeras unidades del Tesla Model 3 tenían bastantes defectos en sus acabados, pero mes tras mes ha aplicado mejoras tanto en diseño como en el proceso de fabricación que le han permitido mejorar -a un ritmo desconocido en la industria del automóvil- tanto la calidad del coche como su margen de beneficio: el cableado interno, las baterías, la bomba de calor o el chasis monocasco. Tesla actúa y trabaja como una compañía de software, pero aplicándolo sobre los procesos de fabricación. Los coches son ordenadores con ruedas, y con una simple actualización inalámbrica de un día para otro puedes encontrarte con un coche mejor sin pasar por un taller: con mayor duración de la batería, mejor aceleración, mejor usabilidad o mayores capacidades de conducción autónoma.

Elon Musk hace suya la frase de Jean Cocteau: «Lo consiguieron porque no sabían que era imposible». Si no puede construir algo porque no exista nadie que le proporcione la tecnología o materiales necesarios para conseguirlo, lo hace él. Muchos escépticos de Tesla dicen que en el mundo no hay ni habrá suficiente producción de baterías como para cubrir su demanda y que por eso Tesla no tiene futuro. Toyota, que innovó en el sector con Prius, no dio el salto al 100 % eléctrico por ese motivo.

Como contó en el pasado Battery Day, para cumplir con sus objetivos de fabricación de 2030 necesitará 30 veces la producción de la mayor fábrica de baterías del mundo (su Gigafactory) y, consciente de ese problema, en vez de confiar en que sus proveedores o que el mágico mercado vayan resolviendo el problema de llegar a ese volumen, vuelve a aplicar la economía de escala y ha rediseñado todo el proceso de construcción de la batería, desde la extracción del litio en Nevada, el procesamiento de las materias primas, hasta llegar al ensamblaje final. Ha convertido el proceso en un problema de velocidad y de densidad de maquinaria (mayor cantidad de líneas de fabricación por unidad de superficie), minimizando el uso de recursos y energía.

Todo este resumen de hazañas son un ejemplo de cómo una persona puede transformar industrias enteras. Los coches de Tesla van cinco años por delante de la competencia, y si no espabilan rápido VW, PSA, GM o Toyota, desaparecerán al finalizar esta década (serán los Nokia de los automóviles). Ha acelerado el abaratamiento de las baterías y paneles solares. Ha transformando cómo planificar los sistemas de red eléctricos usando parques de baterías. Ha reducido en un orden de magnitud el costo de llevar al espacio un kilogramo.

Elon Musk ha demostrado en numerosas ocasiones ser un millonario excéntrico y con alguna sombra, pero eso no le resta mérito a lo que está haciendo. Para muchos, gestionar bien solo una de sus divisiones (cohetes, satélites de comunicaciones, baterías, paneles solares, coches, sistemas de conducción autónoma) bastaría para calificarle como un empresario de éxito, pero por ahora él lo está haciendo en todas ellas a la vez.

Solo un loco con la determinación de pensar que está cambiando el mundo tiene la energía necesaria para trabajar 24 horas al día con esa intensidad y estar al tanto de todos los detalles de lo que pasa en sus diferentes proyectos. A pesar de tener fama de jefe duro y de tirano con sus empleados, ha sabido construirse una red de empleados de confianza a los que delegar la ejecución, y que lo hagan con éxito.

¿Es Elon Musk un ejemplo de sesgo del superviviente? En las dos aventuras ha estado al borde del abismo, y algún día hará una apuesta que le saldrá mal, o un competidor le derrotará en su terreno. A pesar de ser hoy el segundo hombre más rico del mundo, probablemente morirá dentro de 50 años, arruinado, en una habitación de un motel junto a su paloma, viendo cómo agoniza esa colonia en Marte mientras que en la Tierra sufrimos un clima de temperaturas extremas y fenómenos meteorológicos destructivos. Pero lo hará sabiendo que hizo todo lo posible por evitarlo.

No todos podemos ser Elon Musk y transformar el mundo como él. No creo que sea un ejemplo a tomar en la forma de trabajar y de no vivir la vida, pero personalmente me parece inspirador, por su forma de enfrentarse a los problemas tecnológicos, sabiendo donde están sus límites y qué palancas mover para producir el progreso deseado. Porque todo es posible.

¿De verdad ha tenido una revelación y sabe algo que nosotros no sabemos? Por el bien de todos, espero que simplemente esté loco.

 

 

 

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