CÓMO CAMBIARÁ EL RECONOCIMIENTO FACIAL LA VIDA

Por Marta Ricart

No sólo es una selfie más o pagar con una sonrisa. En el último año se ha empezado a hablar sin parar del reconocimiento facial y comienzan a proliferar sus usos. Ya se evidencia que se introducirá en muchos aspectos de nuestra vida, no únicamente en la de los chinos, que van a la proa en la aplicación de esta tecnología. Es una innovación con muchas capas ocultas.

Muchos aeropuertos han empezado a introducir el reconocimiento facial, como en esta imagen del de Dulles, en Estados Unidos

Steve Jobs presentó el iPhone, con su pantalla táctil, hace 13 años, y todo cambió rápidamente. Algo parecido podría estar ocurriendo con el reconocimiento facial, también casi sin que nos demos cuenta. Primero fue la oleada del selfie y ahora ha llegado, como derivación natural, su uso, la foto de la cara, como pin, como identificador, como firma… Es cómodo, hasta divertido.

El programa toma una foto a la persona, mide o mapea su rostro y le otorga un código a cada cara, que la identifica, y que se puede cruzar con bases de datos

Si a veces alguien se pregunta en qué consiste eso tan abstracto de la inteligencia artificial, aquí tiene una muestra: las máquinas han aprendido (les hemos enseñado) a reconocer caras y a identificar a personas. Y, como suele ocurrir con todo en informática, son capaces de reconocer muchísimas más, más rápido que nosotros y, gracias a las bases de datos (que hemos ayudado a surtir), pueden identificar a una persona entre millones, saber datos suyos… Así que, lo que parecía simple e inocente acaba dando vértigo.

Esta tecnología identifica caras en una foto o vídeo, las lee o mapea a través de mediciones   (distancia entre los ojos y con la boca, de las orejas a la nariz…) o creando una retícula de puntos. Esos puntos se convierten en números y en un código numérico para cada cara. De esta manera, el sistema puede reconocer a una persona en un lugar o entre muchas. Si ese reconocimiento se cruza con bases de datos sobre millones de personas, se puede identificar a la persona, localizarla o saber cualquier información que de ella se haya almacenado.

Parece sencillo pero se trata de una sofisticada tecnología que combina procesamiento de imágenes, redes neurales, algoritmos, big data… Por ejemplo, para reconocer una cara, el software tiene que haber visto muchas caras y muchas fotos de la misma persona en poses o con expresiones distintas. Al ser sistemas inteligentes, adquieren mayor precisión entrenando.

En muchos países esta tecnología está en fase de pruebas y de engrosar las bases de datos conectadas a las cámaras de reconocimiento facial. En Estados Unidos, por ejemplo, un organismo de la Universidad de Georgetown desveló que en el 2016 la mitad de la población estaba ya fichada por reconocimiento facial en bases de datos policiales, pero según la revista Forbes, el FBI tendría fichadas 412 millones de caras, muchas más que las de los habitantes del país.

China sirve de modelo de lo que podría ser la tecnología, pues se llena de cámaras y autoridades e iniciativas privadas exploran los múltiples usos

En otro nivel está China, en plena extensión de la tecnología, explorando una multiplicidad de usos, por lo que sirve de modelo de cómo podrá ser nuestra vida con la implantación del reconocimiento facial. El uso que más ha removido conciencias es que las autoridades chinas habrían empleado la tecnología como herramienta de discriminación racial, para identificar a un millón de personas de minorías étnicas como la uigur y detenerlas en unos centros llamados de “reeducación”, desveló The New York Times. Al lado de este uso, cualquier otro parece inofensivo, pero queda claro que no es una tecnología concebida  como un método innovador, más práctico, rápido o eficaz para prestar servicio a los ciudadanos.

En las grandes ciudades chinas, la prensa local e internacional ha contado que las calles se han llenado de cámaras vinculadas a programas de reconocimiento facial y que controlan si alguien comete un robo, una infracción de tráfico o cruza un paso de peatones cuando no debe y, en ocasiones, es señalado en pantallas en el mismo lugar. Paralelamente, se anunció un plan de méritos de ciudadanía en que cometer una infracción resta puntos y puede repercutir en no beneficiarse de descuentos en el transporte, de ayudas públicas…

Entre los pioneros en el empleo del software están algunos centros educativos, como universidades que identifican así a sus alumnos. Ya en el 2018 un instituto de Hangzhou instaló cámaras en las aulas que escanean constantemente las caras de los alumnos y las clasifican en varios estados emocionales.  El objetivo era analizar si atienden en clase para mejorar el rendimiento. Así, se puntúa a los alumnos, lo que se puede ver en pantallas, y se supone que se tiene en cuenta en su evaluación. Otros centros han seguido el modelo. En septiembre pasado, las autoridades dijeron que regularán el uso educativo del reconocimiento facial.

Muchas instalaciones en China y otros países del este asiático, desde aeropuertos hasta hoteles o casinos, implantan el reconocimiento facial en el check-in. O para el control de acceso al transporte público y a edificios, para verificar la asistencia de los empleados en la oficina y hasta para analizar su expresión facial en entrevistas para un empleo. También para evitar robos y como sistema de pago en comercios y restaurantes, algunos con el gancho de “pague con una sonrisa”. También en las máquinas expendedoras y en el comercio online. La reciente Bienal de Shenzhen lo aplicó en los accesos, igual que otras ferias y eventos. En algunos se usa para identificar a celebrities. El año pasado, la agencia de noticias Xinhua anunció que en Pekín se usará como control de acceso en los edificios de alquiler públicos. En algunos municipios se aplica incluso para ver quien recicla bien o mal las basuras. Igualmente fue muy comentado su uso en los lavabos públicos del Templo del Cielo ¡para controlar el gasto de papel higiénico!: la máquina dispensa una porción de papel por persona y no le da más antes de nueve minutos.

Control de acceso o de asistencia, sistema de pago, vigilancia de quien comete un delito o  infracción… las aplicaciones parecen infinitas

La policía china usa el reconocimiento facial para detener a delincuentes y ha empezado a emplear  gafas que incorporan la tecnología. Entre otros usos que han trascendido en China figura que se identificó a un delincuente entre 60.000 asistentes de un  concierto, que se puede localizar a un anciano con alzheimer que se desorientó o controlar si los conductores de autocar muestran síntomas de fatiga.

Algunos modelos de teléfono móvil iPhone, Samsung y Huawei ya han cambiado de parámetro biométrico y en lugar de usar la huella dactilar como control de acceso se desbloquean mediante la imagen de la cara. Pero China también ha ido más allá: en diciembre entró en vigor una normativa que obliga a todas las empresas de telecomunicaciones a registrar los parámetros biométricos faciales del usuario que se compre un móvil. Según las autoridades, es para proteger a los consumidores, evitar fraudes y robos de identidad, pero muchas voces han alertado de que es un paso más hacia un Estado policial, para tener identificado a cada usuario de móvil y evitar, por ejemplo, cuentas  anónimas en redes sociales desde las que uno se  exprese con mayor libertad.

Analistas sociales y organismos que velan por los derechos civiles han expresado inquietud por esta rápida expansión del reconocimiento facial en China, porque se afianza envuelto en un manto de innovación y de smart city pero en un marco legal poco proclive a los derechos personales. Preocupa que se exporten estas experiencias junto a la tecnología de compañías como ZTE Corp, Huawei Technologies, Megvii, SenseTime, Hikvision… que, según medios periodísticos, están comprando países de todo el mundo, desde EE.UU. y Brasil o Argentina hasta Indonesia o Zimbabue.

Sí, el reconocimiento facial se extiende. Y rápido. Tokio lo usará en los Juegos Olímpicos de este verano y hasta modelos del perro-robot Aibo de Sony están equipados para reconocer a su dueño. Rusia ha empezado a extender la tecnología y aumenta el número de cámaras en las calles de Moscú. O de Londres. La policía rusa y de alguna monarquía del Golfo prevén usar gafas con reconocimiento facial. En diciembre pasado aparecieron informaciones periodísticas sobre que Israel utiliza una plataforma de reconocimiento facial creada por expertos en inteligencia artificial y exmilitares para vigilancia en Cisjordania.

China exporta su tecnología y preocupa que otros países importen  sus ensayos, desarrollados en un marco poco proclive a los derechos individuales

En Europa, Norteamérica y otras regiones del mundo, la tecnología empieza a implantarse en aeropuertos, estaciones de trenes y autobuses, centros comerciales, edificios de oficinas… En España, Iberia y Aena la han empezado a probar en Barajas, igual que CaixaBank en algunos cajeros o algunas tiendas y restaurantes como sistema de pago. La Universitat Oberta de Catalunya prevé usarla para identificar a sus alumnos.

Con lo rápido que avanza lo tecnológico y, a veces sorpresivamente, es difícil hacer vaticinios, pero el reconocimiento facial se podrá generalizar para todo lo que requiere identificación de la persona, el uso de login, pin o contraseña, sea operaciones bancarias, gestiones administrativas, compras (Tesco preve instalarla el 450 gasolineras de Gran Bretaña) o para sustituir cualquier llave de casa o del coche. Hasta hay quien explora su uso en apps para encontrar pareja.

Además, se plantea como la herramienta perfecta para ofrecer cualquier producto personalizado. Desde la cafetera o la televisión para que reconozcan a cada uno y le hagan su café al gusto o le presenten su menú de series o su playlist hasta el comercio y la publicidad. En este ámbito ya han empezado las iniciativas de oferta segmentada por sexo o edad, pero seguramente se llegue hasta extremos de que una persona vaya por la calle o entre en una tienda y en su móvil se abran las ofertas de productos según sus preferencias. El año pasado Procter & Gamble ya presentó una tienda virtual en que se reconocía el rostro del usuario y le hacía ofertas personalizadas.

“El reconocimiento facial simplifica el acceso a internet. Incluso el sistema más simple evita tener que memorizar contraseñas, sustituye el uso de tarjetas… Yo creo que se utilizará en muchas cosas pero que también convivirá con otros métodos”, opina Josep Ramon Morros, investigador del grupo de procesamiento de imágenes de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC).

En España se ha empezado a aplicar la tecnología en aeropuertos, para operaciones bancarias o pagar en las primeras tiendas y restaurantes

De hecho, se investigan más sistemas de reconocimiento biométrico, como la textura de la piel, el escaneo de venas y vasos capilares o los andares de cada persona. En cambio, el uso de la voz o del iris ocular han quedado en segundo plano ante el rápido desarrollo de la identificación facial.

Morros distingue entre aplicaciones comerciales y de seguridad. Las primeras son las que cree que se implantarán profusa y rápidamente. “Habrá un amplio uso para sistemas comerciales, lo incorporarán muchas apps… En  cambio habrá un uso más regulado o limitado de la tecnología en espacios públicos y de usos de vigilancia. El uso dependerá en realidad de la legislación que nos queramos dar”, afirma.

Porque, indica Morros, el reconocimiento facial puede aumentar la seguridad, sí, pero esto tiene contrapartidas. “Es la aplicación con que más se promociona, pero en la que su uso es más complejo –afirma–. Sin entrar en aspectos éticos ni legales, en un plano técnico, la aplicación en seguridad requiere sistemas que garanticen que no va a haber errores, si no se quiere, por ejemplo, detener a inocentes”.

Verdaderamente, la tecnología se desarrolló sobre todo a partir de los atentados del 11-S en Nueva York, pensando en usarla para aumentar la vigilancia y prevención del terrorismo y la delincuencia e impulsada desde corporaciones privadas con acuerdos con organismos militares y gubernamentales, como recordaba el año pasado la web periodística Quartz.

Y tiene un uso primario, el de las aduanas, de verificación de la identidad de una persona, pero luego están las otras opciones de comparar la foto de una persona con las de otras en  bases de datos o de buscar información sobre ella. Y estos otros generan muchos recelos.

El investigador J. Ramon Morros distingue entre aplicaciones comerciales, que cree que proliferarán rápido, y de seguridad, que exigen más garantías

Las policías de muchos países, como en algunos puntos de Gran Bretaña (Cardiff, Londres…), han empezado a usar el reconocimiento facial en sus oficinas para identificar a delincuentes y algunas también lo han probado en calles, instalaciones públicas y hasta en partidos de rugby y festivales. En Suecia y Francia las agencias de protección de datos han prohibido intentos de uso en centros educativos, aplicación que se promociona en EE.UU., como publicó Wired (en algunos centros, los padres se han opuesto a esta tecnología).  Es decir, hay usos de vigilancia de criminales pero también de personas que no han cometido delitos. Y tanto por organismos públicos como por empresas privadas.

En EE.UU., varias ciudades y estados han aprobado normativa restringiendo el uso en vigilancia policial (como San Francisco o Seattle), pero en otros (Arizona, Florida) se utiliza hasta conectada a la base de datos de tráfico (el permiso de conducir se usa a menudo en EE.UU. como un DNI). Incluso Taylor Swift la probó en un concierto en California, supuestamente, para detectar a acosadores. También ha habido polémica por un videoportero de Ring (filial de Amazon) que incopora reconocimiento facial y las propuestas de conectarlo a bases de datos policiales como medida para garantizar vecindarios más seguros. Entidades como American Civil Liberties Union se han opuesto a este tipo de usos por el temor a que los prejuicios de clase y raciales  lleven a detener a personas inocentes. De hecho, organizaciones como ésta o la británica Liberty han pedido una moratoria en la aplicación de esta tecnología en espacios públicos y en vigilancia policial minetras no se regulen los usos.

Expertos de universidades y organismos británicos y estadounidenses como Georgetown, Cambridge, OpenAI, el Future of Humanity Institute de Oxford o el Center for a New American Security (CNAS) han analizado el impacto social, ético y legal que puede tener el reconocimiento facial, como otras tecnologías de inteligencia artificial, y han advertido que se puede hacer buenos y malos usos y que entra en conflicto con numerosos derechos ciudadanos. También se ha avisado de que apenas hay legislación específica (los datos biométricos no pueden tratarse igual que otros datos) ni políticas de uso y hay normas y fallos judiciales contradictorios respecto a las aplicaciones, por lo que urgen marcos de regulación de esta tecnología. La  Comisión Europea (CE) empezó a trabajar el año pasado en este ámbito y el Europarlamento aprobó que se haga una base de datos biométricos de todos los ciudadanos de la Unión Europea.

“Existe una necesidad apremiante de regular el reconocimiento facial a nivel nacional. En el Reino Unido, por ejemplo, la regulación existente es la que se aplica a las cámaras de circuito cerrado de vídeo y otras de vigilancia. Esto es inadecuado. El reconocimiento facial es mucho más intrusivo e implica el procesamiento de datos biométricos sensibles. Esto requiere un mayor estándar de regulación y supervisión”, asegura Pete Fussey, profesor de Sociología de la Universidad de Essex (Gran Bretaña) y director del Centre for Research into Information, Surveillance and Privacy (Crisp).

“Los derechos de todas las personas que pasan por las cámaras quedan comprometidos por el reconocimiento facial, no sólo de aquellos que están en la base de datos con la que se comparan las imágenes. Esto implica los derechos de miles de personas. Otras preocupaciones involucran los efectos escalofriantes de la vigilancia. La evidencia académica sugiere que muchos jóvenes se sentirían incómodos asistiendo a un acto cubierto por cámaras de reconocimiento facial. Esto podría significar negar a muchos jóvenes el derecho a la participación democrática, por ejemplo, en protestas completamente legales o en reuniones políticas. Además, los efectos discriminatorios del reconocimiento facial no son bien conocidos. La evidencia actual sugiere que el sistema funciona de manera diferente entre los grupos étnicos. Esto significa que es difícil garantizar la no discriminación”, detalla Fussey.

Existe cierto caos en la aplicación en Europa y Norteamérica, con lugares donde se ha frenado su uso y otros donde se permite, sin claras políticas detrás ni legislaciones específicas

Estas graves amenazas que cita son algunas de las que recoge un informe del que Fussey es coautor, realizado el año pasado por su centro a raíz de las pruebas (desde el 2016) de reconocimiento facial hechas por la policía metropolitana de Londres. El informe advierte de que esta tecnología amenaza muchos derechos fundamentales: el derecho a la propia imagen, al consentimiento del uso de datos personales, a la privacidad, a la libertad de expresión, de reunión y asociación… Y el informe señala que la regulación debe tener todo esto en cuenta.

Porque mientras servía para etiquetar a amigos en las fotos o a jugar con nuestra cara de joven o envejecida con apps como FaceApp el reconocimiento facial parecía inocuo. Y hasta muy útil cuando trascendió que se utilizó para detener a los autores del atentado en el maratón de  Boston (2013) o el del 2005 en el metro de Londres. Pero ahora se van viendo nuevas dimensiones de su impacto, desde que anula el anonimato hasta el potencial daño al buen funcionamiento de la democracia (algunos expertos han alertado que en Rusia, China o Estados Unidos ya se ha usado la tecnología para identificar a manifestantes).

De entrada, la mayoría de fotos recogidas para desarrollar la tecnología se almacenaron sin consentimiento ni opción a negarse. En EE.UU. ya hay por ello demandas millonarias contra empresas como Facebook , Google o Snapchat y algunas de estas compañías, o Microsoft e IBM, han tenido que dar también explicaciones sobre si han compartido datos con organismos militares y gubernamentales. En Gran Bretaña se ha litigado (y ha habido sentencias contradictorias) sobre si la policía puede tener fichadas en bases de datos a personas que nunca han cometido un delito.

En los ensayos de la tecnología se ha visto que muchos métodos tienen un sesgo racial y dan muchos errores en la identificación de personas no blancas (o de mujeres, menores, gemelos, personas que de una foto a otra han envejecido bastante…). Se intenta corregir entrenando mejor a los sistemas. Pero nadie garantiza que no haya errores o que esta tecnología no servirá para discriminar a personas por su sexo, raza, creencia religiosa (se sabe que algunas iglesias lo han empezado a usar para identificar a sus más fieles) o ideas políticas.

En Rusia generó inquietud la app FindFace que, al permitir hacer una foto a alguien en la calle, por ejemplo, y encontrarla en redes sociales, se alertó que aumentaba el riesgo de acoso sexual… Está claro que esta tecnología tiene, por ahora, muchos cabos sueltos.

Falsos positivos, falsos negativos y otros condicionantes

La toma de fotos (hay distintos tipos de cámaras, convencionales, con sensores de rayos infrarrojos…) condiciona la precisión de la técnica. También el entorno, la iluminación, si es foto o vídeo. Luego, hay diversos métodos de reconocimiento (el NIST, organismo público de EE.UU., contaba 127 algoritmos en el 2018). “Los mejores métodos son los que no miran puntos concretos de la cara sino que digitalizan la foto, la convierten en miles de puntos”, dice J. Ramon Morros, cuyo grupo de investigación de la UPC trabaja en los algoritmos para identificar a personas a partir de fotos. Este experto advierte que casi todos los métodos tienen aún puntos débiles. Hay programas fáciles de confundir con maquillaje o flequillos. Un diseñador holandés y uno japonés han presentado moda para burlar el reconocimiento con gafas-máscara y con leds. Morros apunta que el reto, sobre todo para usos policiales y de seguridad, es que el sistema minimice los falsos positivos y  falsos negativos. En el primer caso sería, por ejemplo, que la policía identifique a una persona con un delincuente y no es él (pasó en ensayos en EE.UU. con políticos y celebridades). En el segundo caso, el sistema es tan restrictivo que un día no reconoce a un cliente que va al banco a sacar dinero, por ejemplo. Los programas diseñados para evitar falsos positivos dan más falsos negativos y viceversa. Aunque hay técnicas en que no sólo se mira la cara, también el movimiento de ojos, etcétera.  “Se combinan métodos”, explica Morros. Ya se investigan nuevas formas de lectura de datos biométricos con  calor, rayos infrarrojos…

 

Enero – Febrero 2020

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