Una de las preocupaciones modernas de las personas es la salud mental. Conforme las sociedades avanzan el rol de buena salud mental adquiere importancia.
Es justo allí donde se comienza a hablar del amor propio, como un concepto filosófico, psicológico, pero también práctico dentro de lo que cabe, donde no solo trata de demostrarse amor a uno mismo, sino de entender la realidad de cada una de las características, sentimientos, formas de pensar y capacidades de uno mismo, para a partir de allí saber qué límites se deben marcar y qué objetivos son alcanzables, pero también para saber encontrar aquellas decisiones y actividades que colaboren con la mejora de este autoconcepto, que es lo que a menudo se relaciona -al igual que la autoestima- con el amor propio.
Las bases del amor propio
A juicio de expertos en el campo de la psicología, el amor propio es como un grupo muscular, que para que cada vez se fortalezca más es necesario alimentarlo bien, respetar sus periodos de descanso, y por supuesto ejercitarlo en consecuencia. Este “grupo” está conformado por las bases o pilares del amor propio:
Autoconcepto: es “la forma en que nos definimos a nosotros mismos”. Dicho de otro modo, son los pensamientos y emociones con las que se asocia la personalidad propia. El principal enemigo del autoconcepto es la autocrítica destructiva, por lo que en lugar de recriminar desde las emociones negativas cuando algo sale mal, es necesario construir a partir de las malas experiencias, sabiendo reconocer que sí se tiene talento, capacidades y dichas situaciones solo están enseñando a ser mejores para el siguiente intento.
Autoimagen: es la imagen o valoración física sobre sí mismos. Tiene mucho que ver con el concepto o los cánones de belleza y cómo, dentro de esos rangos ficticios, se ponderan las cualidades propias. Evitar caer en las comparaciones y valorar siempre sus fortalezas es una manera sensata de mejorar la autoimagen.
Autorreforzamiento: cuando un alumno sale bien en los exámenes, sus padres lo premian y sus maestros lo felicitan. Ambas son maneras de reforzamiento, uno de los pilares -además- de la motivación. En la vida adulta, muchos de los logros, las metas y los proyectos que llegan a buen puerto solo pueden reforzarse de modo personal, ya que algunas veces las demás personas no notarán lo que realmente costó y lo realmente importante que es para ti. Saber automotivarse y premiarse es elemental en este sentido.
Autoeficacia: es la confianza en sí mismos y la motivación al logro desde un punto de vista racional. Mejorar en las capacidades necesarias para alcanzar esos logros, analizar las debilidades propias y reconocerlas, es la mejor forma de lograr mejores objetivos cada vez.
¿Por qué es importante cultivar el amor propio?
Cuando se tienen niveles bajos de amor propio, la autoestima baja es una consecuencia habitual, afectando al estado de ánimo, propiciando emociones negativas y desmotivando, lo que suele traer problemas de productividad y de eficacia tanto a nivel laboral como a nivel personal.
Pero una de las implicaciones más importantes tiene que ver con las relaciones personales. En las relaciones de pareja, no tener amor propio implica dependencia emocional, por lo que cualquier cosa que haga o deje de hacer la pareja ocasionará una dependencia mayor y daños emocionales fuertes, pero que cuando hay amor propio se tendrá la libertad de acción y aunque haya amor con respecto al otro, no habrá dependencia de ningún tipo, evitando muchos de los daños emocionales -y hasta físicos- que muchas personas tienen con respecto a sus relaciones de pareja.
El amor propio permite definir quién eres, cómo eres, cuánto te mereces, qué límites nadie debería pasar y qué realmente es lo que puedes o no aceptar. Las personas con niveles saludables de amor propio suelen tener amistades verdaderas y duraderas y relaciones estables con sus parejas, porque hay un amor genuino que ha comenzado a trabajarse en sí mismos.
